
Jóvenes migrantes: el talento que Colombia no puede perder
Nota para el medio Asuntos Legales del Diario La República
En Colombia residen hoy cerca de tres millones de migrantes venezolanos, y aproximadamente la mitad son jóvenes entre 5 y 29 años. Esta generación tiene todo para convertirse en motor de desarrollo: energía, resiliencia y disposición para aprender. Sin embargo, la realidad es otra. Miles de ellos enfrentan barreras que limitan sus posibilidades y, de paso, frenan el potencial que el país podría aprovechar.
Como experta en movilidad global, veo de cerca cómo la integración laboral de esta población no avanza al ritmo que exige la coyuntura. Trámites de regularización que tardan meses, procesos engorrosos de convalidación académica, acceso restringido a educación técnica y superior, y episodios de discriminación son el día a día de muchos jóvenes migrantes. ¿El resultado? Un alto porcentaje termina en la informalidad, sin aportar todo su talento y creatividad al país que los recibió.
Esta no es solo una preocupación social: es un tema económico y estratégico. En un mercado laboral que reporta escasez de personal calificado en tecnología, servicios especializados e industrias emergentes, ignorar el potencial de estos jóvenes es un error que impacta directamente la competitividad del país.
Las empresas tienen un rol clave. No basta con abrir vacantes; se requieren políticas de inclusión reales, sin sesgos y con programas que acompañen el desarrollo de competencias. Modelos como la formación dual, las becas corporativas y las alianzas con ONG han demostrado que la diversidad impulsa la innovación y la competitividad. Además, las compañías pueden ser más flexibles y apoyar a los extranjeros en la gestión de documentos migratorios y procesos de visa. Hoy, muchas organizaciones pierden talento por evitar trámites, cuando acompañarlos es, en realidad, una inversión estratégica.
El Gobierno también tiene tareas urgentes, entre ellas: agilizar la regularización migratoria y la convalidación académica, crear incentivos tributarios para empresas que contraten esta población, y brindar información clara sobre obligaciones migratorias y requisitos para la contratación de extranjeros, evitando vacíos que desalienten la inclusión formal.
Si no actuamos, el costo será alto: más informalidad, más vulnerabilidad y más tensiones sociales. Pero si empresas, gobierno y cooperación internacional suman esfuerzos, Colombia puede convertir la migración en un activo estratégico y no en una carga percibida.
Estos jóvenes no piden privilegios, piden oportunidades. Son una generación que quiere estudiar, trabajar y aportar. Darles la posibilidad no solo es justo, es inteligente. La pregunta no es si Colombia puede integrar a los jóvenes migrantes, sino si quiere hacerlo antes de que sea demasiado tarde.